Luis Fernando Escalona


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Carta al vacío

4 de junio del 2019.

Estas ahí, abarcándolo todo; tan inmenso y abismal, sin altura, sin principio ni fin, despojado de equipajes, de fronteras, de lenguaje y aspavientos. Eres la nada y el todo, un espacio sin espacio. Así es como deberíamos hacer el viaje, sin cargar rencores, objetos, recuerdos. ¿Dije recuerdos? Pero entonces, ¿a qué asirnos para sabernos existentes?

Tú, el gran averno sin forma, ¿cómo sigues siendo tú, el Vacío? A veces, pienso que así deberíamos ser: vacío; vaciarnos de todo y de todos. ¿Cómo lo logras? Siempre desde la eternidad. Lo etéreo te roza las piernas y tú pasas de largo, indiferente, sin llenarte de inmortalidades y centurias, de siglos y universos. Las miras y te sigues de filo hacia tu propia cosmogonía. Ni siquiera te llenas de ti mismo.

En los momentos de angustia, he pensando que hasta la piel es un estorbo, que deberíamos liberarnos de ella. Pero ni siquiera tenemos el valor de convertirnos en vacío, pues aún la curiosidad de saber, de esperar algo mejor, nos sostiene. Y por eso la imposibilidad de parecernos a ti, poderoso rey de la nada, Vacío absoluto. Que existes y eres, y que nos ves pasar con la indiferencia antigua con la que sacias tu propia vastedad.

Incomprensible, grandioso.

Mi admiración contigo.