Luis Fernando Escalona


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El Espíritu del Diablo

De la sierra norte de Chiapas.

Subíamos de Rayón a Pueblo Nuevo, al norte de Chiapas. La carretera es una espiral infinita que circunda la sierra. Aquí, la selva habla todo el tiempo, y en la noche, la estridencia lo llena todo; voces de grillos, ranas y culebras, zumban entre las sombras y le dan forma a la oscuridad.

Hay tramos donde miras la eternidad en el paisaje y los peñascos te acompañan con sus garras de piedra, queriéndote jalar hacia el abismo. De un momento a otro, el horizonte se desvanece en las entrañas de la niebla, que desciende hambrienta por cubrirlo todo.

Ahí, en algún sitio, habita el Espíritu del Diablo; el Salvaje, le dicen en otra localidad. Se dice que si lo llamas o, peor aún, si lo insultas y te burlas de la leyenda, él te responde con un aullido grave y profundo, como si la sierra misma te abrazara con su voz de espectro.

Y entonces viene por ti.

Ya podrás bajar a Tapilula o huir hacia Villahermosa o a Tuxtla Gutiérrez. Él te alcanzará.

Ángel nos cuenta que un compañero se burló de él y durante una semana entera tuvo pesadillas.

—Eres un pendejo, papi —le dijeron—. Tienes que subir otra vez y disculparte con él.

No quedándole de otra, el joven ascendió, le dejó una botella de alcohol y un paquete de cigarros, y le pidió perdón. Después de eso, pudo dormir tranquilo otra vez.

—Así que ya sabes, mi Luis —me dice el compañero Tony—, no te burles o te carga la chingada.

Todos nos reímos.

Lo que no les dije es que el Diablo y yo ya nos habíamos dejado en paz desde hace tiempo.