Publicado en la revista virtual Making Of E-Zine, 2015.
A finales del siglo pasado, un grupo de amigos y yo decidimos emprender el camino de la edición digital, con una revista cultural que se llamó El Espejo. En ese entonces, no había redes sociales y la difusión se hacía prácticamente por correo electrónico, de voz en voz y a través del posicionamiento en buscadores de internet.
Dos de los fundadores, por no decir dos de mis mejores amigos, dejaron la escritura porque la vida los llevó hacia otros horizontes. Tiempo después cerré la revista y seguí escribiendo los que serían mis primeros cuentos y el inicio de una novela que se publicaría más adelante.
Sin darme cuenta, el trabajo como editor del Espejo fue el inicio de un camino que me ha dado muchas satisfacciones y sorpresas; una de ellas, ver la evolución de las publicaciones digitales.
La industria del libro electrónico ha venido a revolucionar al mundo editorial y nos obliga a adaptarnos a un medio cambiante e incierto. Muchas editoriales mexicanas están actualizando sus catálogos para tenerlos disponibles en plataformas digitales.
Es cierto que amplía las opciones para alcanzar a un mayor número de lectores en todo el mundo (si no llega el papel, llega el digital); asimismo, reduce los costos en el proceso de publicación. La creación de libros interactivos nos lleva a una nueva forma de lectura: con audio, video, enlaces dinámicos a referencias dentro del texto, entre otras monerías.
Por supuesto, se presentan también algunas ventajas para los autores, como la facilidad de autopublicarse, evitando así cartas de rechazo (si es que las hay), costos de impresión, tramitología, etcéteras. Con las herramientas al alcance, cualquiera se puede publicar, aunque no por ello se considere material de calidad, ya que muchos autores ni siquiera se ocupan en la corrección de estilo.
Hay muchas opciones para publicarse; una de ellas es tener una página propia (no sugiero un blog, sino un dominio com, org, etcétera), redes sociales y un poco de conocimiento en el tema sobre la interacción con los usuarios y la publicidad en internet.
Pero claro, el autor se vuelve todólogo y el tiempo que podría emplear en trabajar sobre su obra, lo emplea para hacer todo lo demás: difusión, maquetación, corrección (si acaso la realiza), diseño, formación y otros tantos procesos que, por obvias razones, no tiene definidos.
Hay varios formatos ya para publicar libros en internet y que puedan ser leídos por los usuarios a través de los dispositivos móviles. Requiere tiempo para estudiarlos y mediar la manera de que la plataforma y el libro se adecuen uno al otro.
Los procesos editoriales están cambiando y con ellos, los manuales de estilo, los cuales, también deberían emplearse en las publicaciones digitales: desde revistas y blogs hasta libros electrónicos.
Yo soy de los que cree que los libros digitales no van a sustituir al libro en papel. Es más: yo prefiero leer en papel. Ese concepto de libro electrónico me parece como un bicho raro que te camina por el cuello. Me molesta. Y me molesta porque alude a un objeto tangible que, de pronto, pierde su forma, sus letras, sus texturas y sus olores, para convertirse en una presa de los megabytes, un algo que no se puede palpar pero sí observar.
Aunque no nos guste, lo mejor será actualizarse y aprender esta nueva forma de leer con audio y con video, teniendo la perspectiva optimista de que así se podrán alcanzar más horizontes, como editores y autores, de los que tuvimos con anterioridad.