Luis Fernando Escalona


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Una tarde de poesía con Roberto López Moreno

21 de noviembre del 2011.

El pasado lunes, al terminar mi jornada laboral, fui a casa del poeta y amigo Roberto López Moreno. El motivo de mi visita era platicar y afinar los últimos detalles para la publicación de su libro de cuentos El Heptafonólogo, en su segunda edición (publicado por Ala de Avispa Editores) y cuyo tema central es la música. Le compartí sobre la reorganización interna y administrativa de la empresa, le mostré las propuestas de portadas que se hicieron a partir de la ilustración realizada por el artista Roberto García y firmamos el contrato de edición.

Roberto me dijo que le gustaría agregar dos cuentos más. Así pues, compartió conmigo las ideas, le hice algunos comentarios y nos dispusimos a escribir los borradores. Una vez terminados, le leí los textos, hicimos las correcciones y los intitulamos: “Sabiduría popular” el primero y “Acentos” el segundo. Al terminar, Roberto me dijo:

—Guarda los borradores y siéntete parte de este libro, porque estos cuentos los hicimos los dos.

No pude evitar sonreír emocionado. El poeta Roberto López Moreno me acababa de hacer partícipe de su proceso creativo.

Roberto me explicó que muchas veces acude a los diccionarios de sinónimos para buscar palabras y reinventarlas.

—Esos diccionarios no sirven para nada —me dijo—, pero te dan el punto de partida para reinventar el lenguaje. Eso es lo que hay que ofrecerle al lector. Ese es nuestro trabajo como escritores.

Esto fue el inicio de una charla sobre letras. Lo que estaba pensado como una visita de media hora, se convirtió en horas de compartir poesía, libros y reflexiones. Gran parte de la plática, la dedicamos a su libro La construcción de la rosa, publicado por el Instituto Politécnico Nacional y la Fundación RAF, dentro de la colección “Poliedro de El Búho” y, según el mismo Roberto, el libro más importante de toda su obra.

—Pensé que después de esto, no volvería a escribir, pero ya ves que sí.

—¿Hace cuánto lo escribiste? ¿Te tomó mucho tiempo escribirlo? —pregunté.

—Lo escribí meses antes de que Leticia muriera y lo escribí a contrareloj. Ella todavía alcanzó a leerlo.

El poeta se refiere a la pintora mexicana Leticia Ocharán, quien fuera su esposa. A partir de una de sus pinturas, llamada “La construcción de la rosa”, Roberto se dio a la tarea de crear este libro de poesía. El poeta nos lleva a través de la creación misma del universo, comenzando con lo más elemental del ser: el gas y dándonos una idea cíclica sin fin, pero no como repetición, sino como evolución en forma de una espiral que asciende sobre la esencia del Todo.

El libro tiene poemas y juegos internos de ritmos y palabras. Aquí, vemos nuevamente su pasión por la música en algunos textos. Por ejemplo, en el poema “Cuaternario”, en la página 21, hay un fragmento marcado por símbolos musicales que indican repetición; es decir, cuando se llegue a donde cierran estos signos, se debe regresar al inicio de los mismos y leer nuevamente esa parte. La primera lectura de este fragmento, se lee en verso libre, pero la segunda, la lectura sugiere cambiar el ritmo. A primera vista (y por el acomodo de los versos), no se percata uno de que, en este fragmento del poema, hay versos alejandrinos, sonetos y endecasílabos. Algo parecido encontramos en el poema “Ceremonia”, en la página 46. Hay un fragmento marcado con lenguaje musical, y el cual, puede leerse según el tiempo marcado por un pequeño pentagrama de ¾. Más abajo, hay otro marcado en 4/4 y el ritmo está justificado por el contexto mismo del texto.

Como eso podríamos mencionar otras cosas que, al menos a mí, me dejaron maravillado y me motivaron para releer el libro completo.

Al final de la charla, nos dimos un abrazo y nos despedimos con la promesa de vernos en próximos días para entregarle su primer pedido de ejemplares de El Heptafonólogo.